Esa mañana Lu despertó y al encontrar a Mauricio durmiendo como el gran bebé que fue por la noche decidió dejarle una nota sobre la mesa de la cocina junto con una copia de las llaves que guardaba desde la partida de su compañera de Tandil para que Mauricio se sintiera tranquilo y cómodo y salir a la calle, a la esquina, a el ómnibus que la dejaba casi en la puerta de la Facultad donde Mauricio había conocido a Tavo para ver si podía conseguír alguna información de Gustavo Guzmán sin dejar de sentirse injustamente inútil por no sabér cómo dar también con Andrés. En la nota informó falsamente que debía salir a hacer unas compras para el hogar para no levantar sospechas.
Eran las 14:37 cuando Lu volvió a su casa y encontró a un Mauricio que al parecer se había despertado lúcidamente con el crujir de las llaves contra la cerradura.
-Buen día, mi amor. ¡Qué manera de dormir!-
-Hola Lu- Dijo Mauricio cortado por un bostezo que logró una alteración que transformó el Lu en un Louhú.
-¿Me vas a decir a qué se debió la serenata de anoche, negrito?-
-Sí, eso, perdoname, no tengo porqué venir a molestarte. Además me conozco y sé lo grosero que puedo ser, te suplico me perdones.-
-No te hagas problema che, pero por favor contame porque me preocupé mucho.-
-Sí, es que no me acuerdo bien, anoche me sentía mal y salí de casa tarde, me metí en una de las pizzerías que hay por el centro, estaba casi vacía salvando a unos viejos en una de las mesas que jugaban al truco con la mesa llena de tronquitos de pizzas, carozos, sifones y algunos pingüinos. De fondo se escuchaban tangos en un radio. Me pedí tres porciones de pizza con anchoas y una botellita de cerveza y escuchaba el murmullo y no pasó nada hasta que el dueño se fue y el empleado cambió la estación y dejó una estación en la que pasaban Autumn leaves. Tendrías que haber visto la cara del tipo, se le iluminó, parecía más le dueño del lugar por la tranquilidad con la que cerró los ojos y hecho la silla para atrás subiendo las piernas hasta apoyarlas en el mostrador. Termina ese tema y pasan otro que no conocía, bastante largo era y de a momentos me sonaba pero nada, los viejos seguían revirándose y en un momento se mezcló mi seña pidiendo un vinito, yo ya había terminado las porciones y la cerveza, los viejos entrando en la primera mano del punta y hacha y el radio que transmitía una canción que no escucho en mi cabeza desde hace tiempo. Me agarró una tristeza tan grande que empecé a tomar y después no recuerdo mucho más, pagué, tomé un taxi, todo esto ya borracho supongo, perdí los documentos… perdoname pero es lo único que recuerdo.- Dijo Mauricio la mirada perdida pero concentrada como tratando de unir cabos sueltos y reconstruir la escena de un crimen.
-¿Qué canción era?- Pregunto Lu sintiéndose, estúpidamente, una especie de detective con una media sonrisa dibujada en el rostro.
-I´ll be seeing you, ¿viste? Esa que dice…- Y comenzó a tararearle la melodía.
-Sí, la conozco y lo supuse, anoche te encontré acostado contra la reja de la entrada cantándola y llorando.-
-No me digas, ¡qué boludo! ¿Te dije algo que te haya parecido importante?-
-Me hablaste de Gustavo y de Andrés, hacía mucho tiempo que no lo hacía por cierto.-
-Sí, pasa que ayer Carla encontró un cuaderno mío viejo y me lo puse a leer, me habré puesto melanco.-
-Y sí, pero sí ahora estás mejor me gustaría que hoy te quedés acá te voy a hacer una lasaña ¿queres?-
-¡Uy, negri! Estaría buenísimo. Prestame el teléfono que le aviso a Romeo que me quedo acá.-
-Dale y quedate el tiempo que quieras.-
El tiempo que Mauricio quiso fueron 8 días y ocho noches hasta que a la mañana del noveno sintió muchas ganas de volver con su maderita y su cuaderno. Se sentía apenado, entre otras cosas, por no aportar con dinero para los víveres aunque sabía como era Lu, ella no se haría problema con algo así, sabía muy bien lo que era estar mal de plata y le gustaba darle una mano a la gente, más a él pero ya era hora de volver a la casa de Carla y Romeo.
Una vez que regresó a su casa iba caminado por el pasillo que lleva a la puerta de entrada hasta que escuchó una voz masculina, cosa rarísima ya que en la casa cuando estaba carla sola lo único imaginable era escuchar una voz femenina, nunca iba hombres sino estaba Romero. Era un detalle que había hecho sospechar a Mauricio que si era celoso, no como él creía. Incluso, mientras caminaba, bromeaba con ello.
-Esta Carla, mirala vos nomás, flor de atorranta resultó- decía mientras se reía como un nene. Golpeó la puerta a modo de chiste como advirtiendo a Carla que era inminente su entrada en la casa y que, en el caso de estar engañando a Romeo, lo mejor sería vestirse e ir inventando una coartada para justificar la presencia de un hombre ajeno a la casa. Metió la llave e la ranura y abrió lentamente la puerta. Siempre le causaban gracia esas cosas, lo divertían, le gustaba actuarlas. Una vez que entró lo primero que vio fue a una Carla sospechosamente sonriente y a un tipo de gorra sentado se espalda fumando y devolviéndole el mate a Carla. Unos segundos tardó en darse cuenta que la expresión en el rostro de Carla no era de sospecha, era de contento, de quien aguarda escondido tras la puerta al engañado cumpleañeros para encender la luz de golpe y gritarle sorpresa al sorprendido agasajado que en este caso era Mauricio que al ver como el tipo del cigarrillo volteó para verle la cara no pudo evitar largarse a llorar al reconocer a su querido Gustavo Guzmán en la misma mesa de su casa después de cinco largos años de no verlo.
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