Quiso despertarla, torcerle el cuello al cisne, no por ella sino, más bien, por sus pesares. Una soledad inexplicable lo invadía, una sensación demás extraña, él sabía que no estaba solo pero bastaba verse a sí mismo dentro de la ducha, sentado, leyendo un viejo libro en una nueva edición, “Phoebe es mucho más madura que su hermano mayor, mucho más madura que yo mismo” pensaba y, desde la soledad acústica de la ducha, sin ya leer nada, se repetía para sí mismo
“Coming through the rye, poor girl,
Coming through the rye,
She always drags her petticoat
Coming through the rye.”
Y volvía a repetirlo -"I think that the poem would be better translated like this"- se decía y:
“Coming through the rye, poor girl, coming through the rye,
She always drags her petticoatcoming through the rye.”
Y pensaba en como algún día despertarla sería ago tan cotidiano, coming through the rye poor girl, en medio de la noche para pedirle que lo cuide, coming through the rye, y charlar o sacar un juego de mesa sobre la cama, She always drags her petticoat, en definitiva vivirían juntos, coming through the rye, ¿y no es a caso lo que hacen las parejas?
Seguía en la ducha pero ya no leía, ya no repetía ningún verso, solamente recordaba. Recordaba el primer día del año en su madrugada cuando volvieron a hacer el amor después de tanto tiempo, en la calle. Ella tenía un vestido negro hermoso y estaba encantadora ¿y ahora? ¿qué tengo yo en esta ducha que se asemeje un poco a ese callejón, a ese vestido negro, a aquella hermosura, a aquella sensación del primer momento, a reventarte espasmódicamente segundo a segundo sabiendo que la vida se te está escapando en cada beso que le dejás y terminas estropeando todo con un chorro de semen mal calculado, un chorro de semen bastardo, un descuido en la protección habitual? ¿pero de qué habito estoy hablando? Si eso no era un hábito. Eso fue un regalo, no más que un regalo.
Y una vez más pensó en llamarla pero claro era muy arriesgado teniendo en cuenta la hora y que ella debía descansar. Quizás su madre hubiera llegado antes al teléfono y él no quería quedar mal. Haría preocupar a Lina el mismísimo pedo si no era nada lo que le pasaba, sólo que quería estar con ella y compartir la madrugada. Sacar una mesa al balcón de su casa que aún no tenían y decirle que estaban en París. “Poor boy” pensó. Quizás podrían poner la pava y tomar unos mates o hacer el amor como esa tarde que fue tan hermosa.
Se levantó, salió de la ducha, se calzó las pantuflas y decidió esperar, en la oscuridad fumando, una hora oportuna para verla.
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