Nos ponemos de meneo como si el aire fuera de hilos.
A veces es fácil, se trata de poco, como a veces no.
Pero digamos que es un cuadro, yo miro un cuadro y nada más.
Las gordas cantan mis cinco otoños y nos cortan con cuchillos.
Los pájaros se nos ahogan pero ella no titubea.
Encerrada en su marco, en su lienzo que hasta la sé de memoria.
Podría dibujarle con las manos cerradas.
Demasiado fácil, a cuánta noche.
Ahora las colegialas ponen trampas en sus polleras cuadrillé.
Hay muchos que pican y se lo pierden, pero ¿y el cuadro?
¿Qué hay de él? ¿Tendrá hambre? ¿Conocerá del frío?
Carambas que me gustaría saberlo.
Yo esquivo todo, no miro (o no veo) a nadie, sólo el cuadro,
Parado en el umbral me di nariz, tose bajito.
Y se me hace que es chiquita, metro 60.
Es chiquita como el susto de un ratón y huele a marzo.
Debe tener los dedos largos que abren nueces,
pelo de arena, sí, arena clara.
Yo le hablo al cuadro que no siempre contesta,
mi cuadro imaginario, mi sabido cuadro imaginario que tose en el umbral de mi nariz.
Apostaría a que recorta arroz y lo guarda en pañuelos llenos de pétalos de semen.
Que de noche se pierde en los barrios de su almohada y es apóstol de los kioscos.
Que no tiene calor ahora, pero se tapa hasta la boca con la frazada.
Apostaría a que no sé nada de nada y que ya me voy.
Pero bueno, no tengo nada que apostar así que debo irme.
Adiós...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario