martes, 6 de mayo de 2008

Siempre es mejor hablarlo.

Hace media hora que no sé cómo te llamas y dos días que no nieva.
Hace media hora que estoy en la escuela y me aburro y te pienso.
Hace media hora que nunca te ví ni sé si lo haré.
Hace cuatro minutos que empecé a escribir.
Hace una semana que no sé de un cumpleaños.
Hace siete mensajes que pedís explicaciones y no sé qué decirte.

Por qué no hablamos de canciones, de hélicopteros, de guerras frías.
De desvelos, de Bradbury, de querernos, de tenernos veinte minutos.
De que no te persigas, no te incomodes.
De que estoy bien y no uso ayudas.

A vos te gusta lo que digo, a mí me gusta decirte.
Escuchame, leeme, callate, no interrumpas y entende.
No necesito verte o tenerte para saberte, diptongo atróz.
Dame sólo un renglón, dos palabras, tres puntos suspensivos,
un signo de interrogación, cuatro de las vocales, tres consonantes
Y veras que uso más ingenioso del papel y la tinta puedo lograr.

Ahora andate y extrañame que es extraño.
Pero afloja y tomame y ya hace siete minutos que estás leyendo y media hora que me queres ver.

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